Te asomabas a la ventana del hotel, la escuchabas y mirabas para los edificios, que de noche e incluso de día parecen todos vacíos, como sin vida”. “Casi mejor que no viniese porque le tiene mucho respeto a los aviones y volamos en uno de Air Koryo que tenía un mordisco en un ala”, detalla Cancela, que en el transcurso del desplazamiento entre el aeropuerto y la capital extrajo sus primeras conclusiones: “Era como si la gente viviese encapsulada en una burbuja en la que todo lo nuevo rebota.
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